Mi Gran Premio de Gran Bretaña

Supongo que no hace falta incidir en mi antipatía hacia los ingleses, un pueblo y un país del que estaba enamorado hasta que empecé a tratar con ellos y a viajar a la isla. El Gran Premio de este año no hizo sino aumentar mi decepción con todo lo “british”.

Tampoco me ayudó el que ahora tenga que viajar los viernes, lo cual limita mucho mi capacidad de movimiento y me obliga a ir siempre sobre el filo de la navaja.

Viernes, 3 de julio

Tengo el vuelo a las 10.50h así que sabiendo que yendo hacia allí ganamos una hora parece lógico pensar que podré llegar para la segunda sesión de libres y por supuesto a todo lo que me interesa, la GP3 y la Porsche. Pero eso es no contar con que el avión sale con ¡dos horas! de retraso, durante las cuales tengo una trifulca vía twitter con los controladores aéreos. También me entretengo siguiendo los libres por internet.

Cuando por fin llego al aeropuerto de Luton me encuentro con que mi chofer no está y pierdo casi una hora para encontrarlo. En lugar de estar en la puerta esperándome, se ha quedado en el coche con el letrero de “Mr. Castella” en el parabrisas. Después por lo menos se comporta y se está unos buenos minutos dando vueltas por la entrada de Silverstone mientras buscamos el centro de acreditaciones, ya que ¡no hay ni un solo cartel que indique donde está el Media acreditation! por lo visto hay que adivinarlo.

Por fin damos con él, me despido, voy allí… ¡y han cerrado el chiringuito a las cuatro de la tarde del viernes de un Gran Premio! Por lo visto tenían que ir a tomar el té. Es inconcebible, en cualquier GP cierran a las ocho, nunca a las cuatro. Eso significa que Alex Thompson tiene que hacer milagros para conseguir mi acreditación y mientras espero me voy a los lavabos para encontrar un enchufe donde cargar mi móvil. Son muy nuevos, pero eso sí, todos los lavamanos con dos grifos, uno para el agua caliente y otro para la fría. Siguen sin querer usar los monomandos, cualquier novedad les da pavor.

Cuando Juanjo puede por fin venir a buscarme ya llevo una hora y media en la puerta. Me pierdo los libres de la Porsche y por supuesto el control de mis nervios y mi llegada al camión de Movistar es de las épicas, como diría Jorge Valdano, “me salgo de mi perfil” y acabo por explotar. Cuando le digo a Juanjo que los ingleses no merecen tener gran premio está de acuerdo conmigo: lleva aquí desde el martes y está de los nervios de tantos problemas estúpidos que ha tenido que resolver por cosas que en otros GP están solucionadas antes de empezar.

Pablo de Gregorio me ve tan desquiciado que me invita a una cerveza en el bar del hotel (a mi que no bebo) y hace bien. Poco a poco me voy calmando y después vamos juntos a cenar con varios colegas de Supersport. Patricia Sánchez nos cuenta que estuvo en el estreno de la nueva película sobre Niki Lauda y con Guillermo García y Daniel Martín completamos una mesa agradable. A pesar de ello mi cena no llega al hotel y se queda en un parterre frente a la entrada. Estoy demasiado alterado y mi estómago no ha resistido.

Sábado 4 de julio

Tengo que empezar directamente con la clasificación de GP3, sin ni siquiera poder ir un momento al paddock, entre otras cosas porque los de las carreras auxiliares están puestos al revés: la entrada no está donde nos deja la lanzadera, sino en el otro extremo, lo que significa una caminata enorme y gratuita. Si estuviera del derecho todo sería más fácil para todos, pero no hay que olvidar que estamos donde estamos.

Tras la clasificación de la GP3, Josep Lluís Merlos me invita a participar en los libres 3 de Fórmula 1, cosa que naturalmente no rechazo. Las cabinas están en el nuevo edificio y diseñadas por un arquitecto que debía pensar con los pies. Son estrechas, apenas caben tres puestos de comentaristas, la puerta se abre hacia dentro lo que no solo dificulta aún mas la ya de por si escasa movilidad sino que además es contraria a las normas de seguridad antiincendios… y tiene por lo menos ¡cuatro metros de altura totalmente desperdiciados! Al salir hago el recorrido y veo una cabina enorme, doble y con todas las comodidades, es la de la BBC, claro…

Después de la clasificación de la Porsche me voy, ahora sí, al paddock y puedo hablar con Alex Palou, que como siempre está cauteloso sobre sus posibilidades, aunque sabe que ha hecho un buen trabajo ya que vuelve a salir tercero. Me voy al hospitality de Porsche donde la Press Officer, Anne Schildmacher, me recibe efusivamente y me invita a una “round table” mañana con Earl Bamber, el ganador de la Copa del año pasado y de Le Mans hace pocas semanas.

Veo la clasificación de Fórmula 1 con Alex Riberas, Palou viene y está con nosotros unos minutos. Estoy sentado frente al compañero de Alex, Sven Muller y Walter Lechner, el propietario y team manager del equipo (en la foto con Alex). Está enfadadísimo porque Riberas ha perdido la pole ante Eng porque éste ha encontrado un rebufo y quien se lo ha dado involuntariamente ha sido precisamente Muller.

Tras la clasificación de Fórmula 1 vuelvo al camión a esperar la hora de la carrera de GP3, donde esta vez Palou sale bien y cuando rueda quinto le falla un sensor del cambio. No hay manera de concretar, pero seguro que todo llegará.

Con Pablo y con Miguel Portillo pasamos por la sede de Red Bull (tenemos el hotel en Milton Keynes) y puedo ver la famosa vitrina de trofeos. Después vamos al hotel y a cenar a una pizzería (cualquiera se fía de la comida inglesa y ayer ya tuve suficiente con una vomitona). Me voy a dormir con mucho mejor animo que ayer.

Domingo 5 de julio

Como siempre me toca abrir fuego con la segunda carrera de GP3 donde Alex acaba 13º tras una buena remontada. Las carreras de este fin de semana no han sido muy interesantes pero ya se sabe, no siempre pueden ser divertidas. Los neumáticos súper duros han tenido la culpa supongo.

Al terminar me voy otra vez al hospitality de Porsche para la “round table” con Bamber, pero no tiene lugar ya que el pobre Earl se ve pillado en el habitual y monumental embotellamiento de Silverstone. Los accesos siguen siendo vergonzosos, con embotellamientos y colas interminables propias de países del tercer mundo. Lo que no entiendo es como los propios ingleses aceptan estas humillaciones sin quejarse y volviendo al circuito año tras año. Será que les gusta que les maltraten, ya sabéis lo famosa que es la “disciplina inglesa” que tan bien retrató Pink Floyd en “The Wall” y que tanto le gusta a Max Mosley…

En vista de ello me voy no sin antes desearle suerte a Alex (Riberas, claro) y charlar un poco con diversos pilotos que están esperando el momento para subirse al coche. Veo la carrera en el camión, ya que no la locutaré hasta después de la Fórmula 1. No se porqué este año tenemos que hacerla en diferido, pero nadie sabe darme una razón objetiva, las órdenes llegan desde mas arriba y los que estamos aquí no podemos hacer nada mas que cumplirlas. A pesar de hacerla en diferido, me lo paso en grande narrando el segundo puesto de Alex. Ocurren bastantes cosas y cuando me doy cuenta estamos ya a dos vueltas del final, un poco más y me pillo los dedos.

Al terminar todo nos vamos a cenar a un restaurante especializado en carnes. Pero tan especializado que cuando por fin nos sentamos todos a la mesa… ¡nos dicen que se les ha acabado la carne! Así que me conformo con un “fish and chips” que por lo menos se deja comer. Con Miguel Martínez Cueto y Albert Palau vamos hasta el hotel en el mismo aeropuerto de Luton, donde llegamos sin novedad salvo que nuestras habitaciones son la 114, 15 y 16. Sin embargo están en la segunda planta, mientras en la primera están las que empiezan con el número dos ¡país! que diría Forges.

Lunes 6 de julio

Tenemos el avión a las siete de la mañana, lo que significa levantarse a las cinco para devolver el coche, cuyo parking está atpc y hay que esperar un autobús para que nos lleve a la terminal. Todo sale bien, el avión despega a su hora y a media mañana estamos todos en casa y sobre todo, estamos lejos de la Gran Bretaña.