Una de espías

A raíz de la decoración de camuflaje de Red Bull en los test de Jerez, hemos sido varios los que hemos buscado fotos de coches con esos colores que recuerdan alguna estética psicodélica de los años setenta.

Yo lo hice con una foto del BMW DTM y al buscarlo recordé una anécdota que no pude contar en su día en la Agenda.

En Munich, en 2011, se celebró por primera vez aquella carrera dentro del Estadio Olímpico en el formato de uno contra uno que tuvo un gran éxito de público pero muy escaso a nivel deportivo o de televisión. Sin embargo el foco de interés de aquel fin de semana no estuvo en la pista sino en la presentación del BMW que iba a competir al año siguiente.

La marca preparó una gran fiesta en su sede principal, justo al otro lado del Estadio al que acudió todo el mundo, incluso los principales responsables de Audi y Mercedes, el Dr. Wolfgang Ullrich y Norbert Haug. Todo el evento giró en torno al nuevo coche, a las expectativas de la marca y a los dos primeros pilotos que presentaban, ambos provenientes del WTCC, Augusto Farfus y Andy Priaulx.

Muchos invitados iban trajeados y algunas damas lucían sus mejores galas; otros, más cutres, fuimos directamente desde el circuito y aunque dábamos un poco el cante vestidos de currantes, allí estábamos departiendo, haciendo fotos y comiendo un menú de sofisticados canapés.

Al salir, a los acreditados como prensa nos dieron la típica bolsa con el dossier, una camiseta con el emblema “BMW is back” y un lápiz de memoria en forma de tarjeta de crédito. Era la primera vez que me daban una de estas y como me hizo mucha gracia, me faltó tiempo para guardarla en el billetero como si fuera una tarjeta de crédito más.

Al día siguiente, sábado, llegué pronto al circuito y me fui al paddock, donde el ambiente era más relajado que de costumbre. Por supuesto me fui a Audi a ver a Miguel y lo primero que me preguntó fue por la fiesta del día anterior y sobre todo, como era el coche. “¿Quieres verlo?” le dije. Miguel abrió unos ojos como platos y naturalmente me dijo que sí, así que necesitábamos un ordenador.

Ni que decir tiene que inmediatamente subimos al camión del equipo, no sin que antes Miguel llamara a Markus, su ingeniero, quien cuando vio el lápiz se abalanzó sobre el y rápidamente abrió su ordenador y llamó a otros ingenieros y técnicos que había por allí. Todos se arremolinaron alrededor de Markus, quien se giró y me preguntó si podía copiar el contenido. Le dije que por supuesto, lo hizo, me devolvió el lápiz y a partir de aquel momento yo ya no era allí más que una sombra lejana.

En vista de lo cual opté por dejarles jugar a espías, salí del camión y me fui a la carpa de Audi a desayunar, que bien que me lo había ganado.

Esto ahora no tiene ninguna importancia, pero en su momento no me pareció adecuado contar en la Agenda de aquella carrera mis actividades como espía, así que en mi relato del viernes escribí “recogiendo el voluminoso dossier de prensa (resumido en un lápiz de memoria del tamaño de una tarjeta de crédito que se puede llevar en la cartera como tal)”.

Y en el del sábado puse: “Hablo con Miguel y con Markus, incluso entramos en el camión para darle un vistazo en su ordenador a una tarjeta de memoria que llevo encima.”

Nadie se dio cuenta de a que me refería.