El pinchazo de Chris Amon

7 noviembre, 2013 Cosas históricas

La imagen del Marussia de Jules Bianchi descendiendo por la cuesta del circuito de Nurburgring ha sido sin duda una de las imágenes del año. Iba a escribir “imagen cómica” pero no lo he hecho por el tremendo peligro que implicó aquella acción.

1967 - Ferrari 330 P4

Fue una imagen inusual, pero claro, no es la primera vez que pasa lo de dejar un coche sin freno y que siga su camino sin su piloto. A Chris Amon le ocurrió algo parecido hace muchos años en Le Mans.

Amon fue un piloto que siempre tuvo fama de desafortunado, al menos en Fórmula 1. Pese a que corrió 96 GP, donde consiguió 5 poles y dio 187 vueltas como líder, nunca consiguió la victoria. Incluso Mario Andretti llegó a decir de él que “Chris tiene tanta mala suerte que si se hiciera enterrador la gente dejaría de morirse”.

Sin embargo en Sport Prototipos consiguió sus mayores éxitos y ganó carreras del calibre de las 24 Horas de Daytona, los 1000 km. de Monza e incluso las 24 Horas de Le Mans. Esta última lo hizo en compañía de su compatriota Bruce McLaren para Ford en 1966 (foto inferior) y a raíz de ella fue llamado por Enzo Ferrari para formar parte del equipo italiano, tanto en Sport como en F1.

1966 - Le MansPrecisamente en las 24 Horas de Le Mans de 1967, a bordo de un Ferrari Sport (foto de apertura), estaba rodando detrás de los imbatibles Ford cuando por la noche sufrió un pinchazo en una rueda trasera. Con su tradicional mala suerte, el pinchazo ocurrió justo después de pasados los boxes, por lo que Chris tuvo que aprestarse a dar toda la vuelta a ritmo lento.

Al llegar a la recta de les Hunadieres procuró ir despacio pero no demasiado, para no ser embestido por otro participante, ya que hace cuarenta años las condiciones de seguridad y visibilidad eran mucho más precarias que ahora y la recta no tenía chicanes. A la vista de las chispas que veía por el retrovisor, ya que la llanta ya iba tocando el suelo, Amon comprendió que no podía seguir, así que optó por detenerse a un lado.

En aquellos años el reglamento estipulaba que los coches sólo podían ser reparados fuera de los boxes por los pilotos y con los materiales que llevaran a bordo, por lo que era tradicional que todos equiparan algunas piezas de repuesto para situaciones como aquella, ya que la fiabilidad eran mucho más precaria que en nuestros días. Y era obligatorio llevar, entre otras cosas, una rueda de repuesto así como los utensilios necesarios para cambiarla.

Por ello Amon se detuvo para intentar cambiar la rueda. Lo primero que hizo fue coger la linterna, pero se llevó la desagradable sorpresa de que la pila estaba agotada y que por tanto no le servía para nada. Probablemente llevaba allí desde tiempo inmemorial y nadie se había cuidado de verificarla. Así que más o menos a oscuras y amparándose en las luces de los coches que pasaban a toda velocidad, inició la operación. Cogió el martillito para aflojar la “palomita” (nombre de las tuercas con alas que se usaban en la época) y al primer golpe el cabezal saltó por los aires separándose del mango. Chris no podía creer lo que le estaba pasando. A tientas y gateando por el suelo estuvo unos minutos buscando el dichoso cabezal sin encontrarlo, hasta convencerse de que debía haber ido a parar al asfalto. Con los demás participantes pasando a trescientos por hora, ni se planteó la opción de tantear en la pista, así que entendió que lo de cambiar la rueda no podía ser y debía volver a intentar llegar a los boxes.Chris Amon

Mientras, en el “stand” de Ferrari empezaba a reinar la preocupación, pues el coche no pasaba y nadie tenía noticias de donde estaba (los medios de los puestos de control eran mucho más precarios en aquellos años). Amon volvió a subirse al coche, lo puso en marcha y con el corazón en un puño aceleró, volviendo a la pista echando chispas por la llanta que tocaba al suelo. Al llegar a lo alto del pequeño rasante de la recta oyó una pequeña explosión y pudo ver que algo empezaba a arder en la parte trasera. Probablemente alguna canalización se había roto y las chispas habían encendido algún líquido.

Amon no se lo pensó dos veces, detuvo el coche cuanto antes y saltó raudo para ponerse a salvo. A pesar de que lo hizo todo en un momento, había coronado ya el rasante y cuando el piloto lo abandonó, el coche siguió su camino bajando por la pendiente él solito y en llamas. Cuando los comisarios del puesto de Mulsanne, que entonces era un ángulo mucho más cerrado que ahora, lo vieron llegar, se abalanzaron sobre él para detenerlo, apagar el fuego y rescatar al piloto. Su sorpresa fue mayúscula cuando al abrir la portezuela se encontraron con que no había nadie y cuando ya iban a activar todas las alarmas vieron llegar al jadeante piloto que decidió ir tras el coche aunque a prudente distancia por si el depósito de gasolina estallaba. Con todo en orden, los comisarios avisaron a Dirección de carrera por teléfono y ésta al box de Ferrari, anunciando el irremediable abandono del equipo Amon-Vacarella.

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