En junio de 1983, Didier Pironi se desplazó en avión hasta Stuttgart, a la sede de Mercedes, para retirar su nueva adquisición, un coche de la marca de la estrella que él mismo quería conducir hasta su casa.
Cuando lo hubo hecho emprendió el camino hacia París, pero en uno de los carteles de la autopista vio una indicación hacia Mannheim, la ciudad vecina a Heidelberg y al circuito de Hockenheim, donde tanta gente va a pernoctar durante las carreras.
Se detuvo en un área de servicio, sacó los mapas que llevaba y comprobó que no estaba demasiado lejos de aquella zona, así que cambió su ruta y emprendió el camino hacia Heidelberg, hacia el hospital Universitario. Si tenía suerte podría ver al Dr. Michkowsky para agradecerle el inconmensurable trabajo que hizo aquella tarde para no amputarle la pierna derecha, quería explicarle el largo y satisfactorio proceso de recuperación de los últimos meses.
Tras aquella primera y decisiva operación y su convalecencia, que duró trece días, Didier fue trasladado a París, a la clínica del Dr. Letournel, el mismo hombre que había salvado las piernas de Patrick Depailler cuando se estrelló practicando ala-delta y las de Jean Pierre Jabouille cuando se las destrozó en el circuito de Notre-Dame, en Canadá.
Estaban siendo meses de recuperación, de paciencia, de operaciones y de largas sesiones de rehabilitación. Cuando el herido llegó procedente de Heidelberg, el Dr. Letournel optó por un proceso de auto recuperación, a fin de que tanto los huesos como los tejidos y los músculos se regeneraran por sí mismos, con los mínimos añadidos e injertos posibles, porque de otra manera no habría sido posible asegurar el buen funcionamiento de las articulaciones, especialmente en el tobillo, fundamental para un piloto. Utilizando tejidos del muslo y fragmentos de hueso del fémur había ido reconstruyendo pacientemente todos los órganos afectados con notable éxito.
Mientras Didier iba consumiendo kilómetros al volante del Mercedes, fue rememorando una vez más el accidente: lo recordaba todo perfectamente, o al menos así lo creía él, ya que mientras el coche volaba pudo darse cuenta de que había llegado a la altura de las copas de los árboles y cuando se inició la caída cerró los ojos pensando que era el fin; recordaba que cuando los volvió a abrir, con el coche ya detenido, estaba todo muy oscuro, no veía con claridad y que hasta pasados unos minutos no volvió a distinguir la luz y los colores; recordaba que Nelson Piquet estaba allí, pero que no se habían dicho nada; recordaba también haber entendido que un médico le decía al Dr. Watkins que habría que amputar la pierna allí mismo para sacarle del coche; recordaba que agarró al médico de la FIA y le imploró que le salvara las piernas; recordaba que Sid le respondió algo así como “¡va mi palabra en ello!”